EL INSTITUTO MONTESSORI SAN JORGE
(Una
breve historia)
LOS
FUNDADORES
Para narrar en pocas líneas la génesis del “Instituto
Montessori San Jorge” es preciso primero presentar a sus fundadores, los
esposos Gols, un matrimonio catalán llegado a tierras venezolanas en 1940,
escapando de la terrible guerra española, llamada “civil”, y huyendo de la
barbarie que se avecinaba en
Europa.
Precisamente su
identificación con las libertades democráticas que habían comportado el derribo
de la monarquía y el advenimiento de la República en España en 1931, fue la
causa de su inevitable exilio en 1938, hacia el final de la mencionada guerra
fratricida, si querían salvar su vida y la de su familia.
Juan Gols Soler nació en Tarragona, la Imperial Tarraco de los romanos, en 1894. Hijo de músico, nada extraño es que la música fuera una de sus grandes aficiones, pasiones e incluso profesiones. No obstante, desde joven sintió una gran preocupación por la educación de la infancia, hasta el punto de dejar los estudios de medicina a mitad de carrera en la Universidad de Barcelona para matricularse en la Escuela de Magisterio de su ciudad natal, de donde salió graduado con brillantes notas. A los 23 años ya había ganado las oposiciones para Profesor de la Escuela Ateneo de Igualada, a 200 km. de Barcelona, de la que al poco tiempo era nombrado también Director.
Mercedes Cavagliani Traid, nació en Barcelona unos meses más tarde del mismo año en que nació Juan. Hija de un maestro director de orquesta dedicado a la ópera, tuvo su formación internada durante varios años en un colegio de monjas francesas en la misma Tarragona, por ser lugar de residencia de un tío que fue el encargado de su tutoría. Fue la mayor de los tres hermanos Cavagliani, y heredó de su padre unas buenas aptitudes musicales, cualidades que la llevaron a un estudio intenso de la carrera de piano.
Casados en 1919, tuvieron dos hijos: Joan Jordi (1921) y Marçal (1928).
Gols fue un hombre
polifacético. Se dedicó a la música, escribió novelas, poesía, libros de
cuentos para niños que él mismo ilustró, fue también caricaturista y dibujante,
profesor de Topografía, profesor de Geometría Descriptiva en la Escuela Massana
de Bellas Artes del Ayuntamiento de Barcelona, Jefe de Emisiones en Radio
Associació de Cataluña y más tarde en Radio Barcelona, (la primera emisora de
radio en España) traductor del inglés, francés, italiano, ruso, etc. No
obstante, como se ha dicho antes, su vocación por la enseñanza fue la que
sintió con mayor fuerza, si cabe. (Ya desde su cargo en la radio, promovió el
bachillerato radiofónico, actividad pionera en el país)
Mercedes, por su
parte, fue una fiel asistente a los cursos que dictó la eminente profesora Dra.
María Montessori, cuando se instaló por un tiempo en Barcelona durante la República
en los años 1930, invitada por el gobierno de la Generalitat de Cataluña. A
título de curiosidad, cabe citar aquí que entre los muchos condiscípulos en
aquellos cursos, en 1935 se encontraba la famosa pedagoga y poeta chilena
Gabriela Mistral, que habría de ser premio Nobel en 1945.
Así, se puede
afirmar que el matrimonio estaba formado por una pareja de maestros con un
bagaje realmente notable.
A finales de la
mencionada guerra española, Gols, que ya había sido juzgado por un tribunal
militar a causa de una caricatura antimilitarista suya durante la dictadura del
general Primo de Rivera en 1923, tuvo que marchar a un exilio forzoso. El
nombramiento por parte del gobierno autónomo, como secretario del Consulado de
la República en Marsella le permitió salir con la esposa y el hijo menor. El
mayor ya había sido enviado con anterioridad para evitar su movilización
militar.
Hacia el final de
la guerra en España, una gran mayoría de exiliados republicanos escogió México
como país donde refugiarse. El presidente de aquel país, Lázaro Cárdenas, no
mantuvo relaciones con el régimen de Franco, e incluso dio asilo al gobierno de
la República española en el exilio.
No obstante,
durante la estancia de un año en Marsella y mientras ejercía como corresponsal
para el periódico “La Esfera”, de Caracas, conoció a una familia venezolana que
le convenció para que escogiera Venezuela como país de acogida. Ese había de
ser el destino. Los Gols, viajaron de Burdeos a Santo Domingo en el paquebote
“De La Salle”, habilitado convenientemente para el transporte de refugiados que
dejaban Europa en busca de la seguridad y la mejor calidad de vida que les
prometía América. Aquel barco francés con capacidad para 600 pasajeros estaba
acondicionado provisionalmente para transportar a 3.000 refugiados, en su
mayoría españoles. El viaje de la familia fue sufragado por el Comité Británico
de ayuda a los refugiados, cuyo encargado en Perpiñan era el periodista inglés
Donald Lee Darling, quien durante la guerra y acogiéndose a la invitación de la
familia, se había alojado durante unos meses en casa de los Gols en Barcelona.
Juan Gols había mantenido una breve pero intensa amistad con aquel flemático
inglés que se presentaba como periodista cuando en realidad era un agente del
Intelligence Service Británico. (Darling estaba en misión para informar de los
acontecimientos en la zona republicana)
Después de una
breve estancia en la República Dominicana, el “Cuba”, de la Cubana de
Navegación, llamado familiarmente “La rumbera del Caribe”, se encargó de
trasladar al grupo de inmigrantes hasta las costas venezolanas. Era el 2 de
enero de 1940 cuando se presentó a la vista el verde majestuoso de la
cordillera que bordea el litoral. La Guaira, con sus casitas de colores
desparramadas por los cerros, más parecía un nacimiento que una ciudad porteña.
El primer gran impacto para los europeos fue la sensación de bochorno y
humedad. Acaso conviene recordar aquí que una “Guaira” (palabra de origen
quechua, que significa viento) es el nombre que se da al pequeño horno para
fundir la plata, especialmente. La denominación le cae bien al viejo puerto.
Nada más
desembarcar, la oferta de “¿carro, señor? ¿quiere carro?” resultó sorprendente
para los viajeros. A diferencia del “car” americano, en España, un carro tiene
dos ruedas y suele ser arrastrado por un caballo o una mula, cuando no un
burro. Gols comentó jocoso que prefería viajar en un automóvil, a ser
posible!
El trayecto por la
vieja carretera que se encaramaba hasta la capital, fue para los recién llegados
motivo de asombro y sorpresa: la exuberante vegetación, las mil tonalidades del
verde, el calor sofocante, los pájaros... el contraste con la Europa vivida en
los últimos años era enorme. Dos largas horas en un enorme y vetusto Chevrolet
descapotable por la serpenteante carretera llevaron a la familia hasta la
capital. Por aquellas fechas era difícil encontrar un solo rancho a lo largo
del camino.
A la sazón,
Caracas, “la de los techos rojos”, contaba en aquel entonces con unos 350.000
habitantes. Después de un mes de modestísimo hotel en el centro de la ciudad,
Gols encontró una quinta en alquiler en la avenida Los Castaños de la
urbanización Los Chorros. Sin pérdida de tiempo le pintó el nombre en una de
las columnas que sujetaban la verja de hierro de la entrada: “Sant Jordi”, el
nombre del santo capadocio, patrón de Cataluña, el San Jorge que también lo es
de Gran Bretaña.
Entre las
necesidades que hubo que cubrir, nunca podía faltar el piano, así que un viejo
piano-pianola vertical vino a ser uno de los primeros utensilios, es decir, una
de las “primeras necesidades”, junto con los demás muebles indispensables. La
cocina se abasteció pronto en el mercado al aire libre que se celebraba los
sábados en Petare, y entre semana, el saco de arroz, el aceite, etc., en la
tienda de D’Ambrosio Hnos., en el centro de Caracas.
Mientras tanto,
Gols, de la mano de su viejo amigo el abogado y catedrático de Estadística en
la Universidad de Barcelona, José A. Vandellós, entra a trabajar como dibujante
en la Sección de Estadística del Ministerio de Fomento. Vandellós, había sido
contratado por el gobierno venezolano para que organizara la estadística para
el ministerio del ramo.
Pero, vayamos a
nuestra historia: Jordi, que había hecho un cursillo de avicultura cuando tenia
16 años, encuentra trabajo como perito en la cuarta avenida de los Palos
Grandes, en casa del señor Santana que tiene unas cuantas gallinas, pero que no
sabe cómo cuidarlas de las epidemias. Conviene reseñar aquí, que el éxito de la
gestión de Jordi en la granja, hace que el señor Santana decida montar una
granja realmente importante, en suma, una granja industrial. Se mudan para la
urbanización naciente de La Castellana, junto a la plaza principal, y ahí con
el asesoramiento de Jordi, se construyen los inmensos gallineros. Algún tiempo
más tarde y puesto que el asunto va viento en popa, el señor Santana decidirá
prescindir de los servicios de Jordi, porque ya él había aprendido suficiente.
No tardó mucho en aparecer una epidemia que dejó la granja sin una sola
gallina, ni pollo, ni gallo que le cantara.
Del resultado de la
mudanza, uno de los dos perros del señor Santana, un magnífico pembroke welsh
corgi (único ejemplar en el país) fue regalado a una familia de Los Teques,
pero el animal regresó por su cuenta a Los Palos Grandes después de un mes de
estar amarrado en su nueva casa. En vista de ese resultado, Jordi lo llevó para
la casa de Los Chorros. Nunca más abandonó el nuevo hogar, donde encontró el
calor que le faltaba en el de origen. El otro perro, un gran danés llamado
Stalin, no tuvo inconveniente en irse a vivir a La Castellana. Son anécdotas,
citadas porque hubo ex alumnos que conocieron a algunos de los animales de
compañía que corretearon entre las aulas.
En aquella época se
construye el Cine Castellana como complemento de la urbanización que le da
nombre y que también está en pleno desarrollo. Lo que había de ser la magnífica
urbanización Altamira, de Don Luis Roche, no son más que campos llenos de
matorrales, desde la carretera del Este en desnivel hasta el pie del Àvila. La
alcabala de Chacaíto, donde había que detenerse en horario nocturno para pasar
de un lado a otro entre el Distrito Federal y el Estado Miranda, poco a poco va
disminuyendo su actividad hasta terminar desapareciendo.
Marçal queda
inscrito momentáneamente en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, en Los Dos
Caminos, y el matrimonio Gols empieza a proyectar la fundación de un colegio.
Será un colegio que incorporará la nueva pedagogía, los nuevos métodos que ya
se han hecho realidad en la Escuela Moderna de Barcelona desde principios de
siglo.
EL COLEGIO
Aparece en escena la señora Fontbernat, hermana de quien
fuera político, músico y colega de Juan Gols en labores radiofónicas. La
mencionada señora se interesa mucho por el tema del colegio, pero a ella lo que
realmente la mueve es el interés en ganar dinero. Su obsesiva frase es: “bolívares,
bolívares, hay que hacer bolívares!” La cantilena se repite en cada reunión,
hasta que Gols, cansado de oír la misma canción, en una de las reuniones le
espeta: “¿Sabe? encontré una maquinita a la que basta con ponerle papeles de
periódico y un poco de agua, y dándole a la manivela van saliendo los billetes
a raudales!” Ni que decir que la mencionada señora nunca más apareció, y los
Gols pudieron dedicarse con tranquilidad a preparar la apertura de la escuela,
proyectada para el año 1941.
La base de la nueva
escuela estuvo desde el primer momento centrada en los más pequeños, los
párvulos, la sección denominada comúnmente “Kindergarten”, tomando el nombre
del modelo alemán, muy al uso en Venezuela, aunque sólo fuera en la
denominación, y pensando, como Montessori y como años más tarde hiciera el
músico japonés Ichiro Suzuki, en los infantes a partir de los 3 años de edad.
Como es sabido, la famosa doctora, había puesto en práctica para los niños
normales las formas de enseñanza que se estaban aplicando a los niños afectados por alguna deficiencia. En
síntesis, observó que si tan buenos resultados obtenía con esas criaturas, no había
ninguna razón para que no funcionara también con los niños que no padecían
ninguna minusvalía. Y así fue. No es caso aquí de hacer panegírico alguno sobre
el sistema. Cualquier maestro interesado conoce perfectamente las virtudes del
sistema de la italiana genial. Los resultados son también de sobra conocidos.
Así que, lo primero fue empezar a fabricar los utensilios que los pequeños
deberían tener en sus manos desde el primer día de clase: barras de madera
pintadas de dos colores para aprender a contar, pesas - también de madera - de diferentes tamaños, que se guardaban por orden de mayor a menor en recipientes con los espacios huecos, marcos con telas con ojales para aprender a abotonar, telas con cordones para hacer nudos, para sujetar clips; no sólo el desarrollo de las habilidades manuales, pero también los conceptos de espacio, de medida... todo el sistema de lectura que tanto prestigio otorga a la escuela, cartones forrados en papel satinado de brillantes colores con las letras recortadas en papel de lija, para pasar los dedos e iniciarse en la lectura según el sistema fonético, y la escritura que vendrá a continuación, lápices de colores, etc. El material es muy diverso y abundante.
Simultáneamente,
sillas y mesas adecuadas a la estatura de sus futuros ocupantes, que la familia
se dedica a pintar de azul y rosa, para niños y niñas respectivamente.
La quinta tiene en
su parte delantera una agradable galería, y en lo alto de sus paredes Gols
pinta unas escenas infantiles: niños corriendo con un aro, jugando con una
pelota, meciéndose en el columpio, jugando gárgaro, etc. La decoración crea el
ambiente propicio para la estancia de los pequeños.
Gols se ocupa de
que el colegio sea oficialmente autorizado por el Ministerio de Educación
Nacional, y así consta desde el primer día.
Como sea que los
futuros alumnos habrán de ser muy pequeños, surge la idea de crear un servicio
de recogida a domicilio para aquellos que lo soliciten. Jordi aprende a
manejar, toma sus primeras clases, obtiene el título y acto seguido el colegio
se hace con su primer vehículo: un
Ford de 1940, color vino tinto y de segunda mano, aunque en perfecto estado de
conservación. Nace el transporte escolar, inexistente hasta aquel momento en
Caracas.
La profesora Gols y Marçal.
Margara Gillio, Corina Herrera,
Franca Gillio y Carlos Herrera
Entre los primeros alumnos figuran los hermanos Herrera, Carlos y Corina, un par de gorditos que vivían por los alrededores de Los Dos Caminos. También las hermanas Gillio, Margara y Franca, italianas que vivían en la parte alta de Los Chorros. También Elena Feil, Noemí Varró, francesita, Ana Mercedes Zuloaga, una linda niña que vivía en la Avenida Principal de Los Chorros si mi memoria me es fiel. Y así, poco a poco, fue aumentando la inscripción a medida que corría la voz de que el colegio era realmente de fiar.
(Me permito citar
algunos nombres dentro de las anécdotas, y me gustaría nombrar a todos cuantos
estudiaron en el colegio, pero eso sería muy complicado. En todo caso, confío
que entre todos podremos confeccionar esa fantástica lista)
Es costumbre distinguir
a los alumnos de los distintos centros gracias a sus uniformes. El del
Montessori será un overol azul para los varones y unos pantalones con peto,
rosados, para las niñas. Que las niñas usaran pantalón era realmente una
novedad en aquella Caracas que ni siquiera veía con buenos ojos que los varones
usaran pantalón corto, porque “enseñar las piernas, no es de hombre”. (“Te
pican los pollos!” era lo primero que un niño con pantalón corto podía oír, y
yo lo puedo asegurar).
A petición de los padres, un grupo de alumnos celebra su primera comunión
Mientras tanto,
Jordi, empieza con su papel de chofer, recogiendo a los alumnos en sus casas
mientras no deja su trabajo en la granja del señor Santana. Cada día, después
de dejar los niños en el nuevo colegio, se dirige en bicicleta hacia la casa
donde el señor Santana tiene su granja, en Los Palos Grandes.
El colegio donde
estudia Marçal, en realidad más parece un poco un reformatorio que otra cosa,
porque el alumnado, básicamente los internos, procedente en buena parte del
interior, es, por decirlo de alguna manera, “más bien díscolo”. El “sistema”
educativo, incluye el castigo de pasar el domingo en el colegio según la
calificación semanal anotada en la boleta: puede ser medio día o día entero
jugando en el patio, todo el día encerrado en una aula (el rolo) estudiando, todo
el día parado dentro de un círculo marcado con tiza en el suelo, a pleno sol,
(el degredo) y el más severo: encerrado en un calabozo. Con la excusa de que no
sabe ni geografía ni historia patria, el director, Dr. Bustamante, con aspecto
de mal talante y como salido de alguna tenebrosa película en blanco y negro, y
a quien todos teníamos miedo, decide que Marçal debe inscribirse en tercer
grado. El bachiller Medina, mi maestro, me pide ayuda durante algunos recreos
para realizar sus tareas particulares de matemáticas. Al bachiller Medina se le
atraviesan los “quebrados” y yo, que venía reforzado por mi padre y que en
Francia estaba para entrar en primero de bachillerato, me divierto haciendo de
maestro de mi maestro.
PRIMERA MUDANZA
El prestigio del
San Jorge, con unos métodos ciertamente distintos, se extiende pronto por la
urbanización. De manera imparable aumenta la matrícula hasta el punto de que en
1942 los Gols se plantean la necesidad de encontrar un local de mayores
dimensiones.
Lo encuentran. Se
trata del antiguo Club Monterrey, que desde hace ya algún tiempo se halla
cerrado y en un triste estado de abandono. Originariamente, el Club constaba de
dos locales. Para los adultos, al final de la tercera avenida de Los Palos
Grandes, al pie del Ávila, con su gran piscina, 2 canchas de tenis, la pista de
patinaje, hermosos jardines y unos magníficos salones para la actividad social.
Hoy en día es la sede del Centro Catalán de Caracas. Para los pequeños, el
enorme parque que ocupaba una manzana entera entre la segunda y la tercera
avenida, en la misma avenida Miranda, antes llamada Ave. Del Este, encajado
entre ésta y la primera transversal. Los socios del mencionado club, de paso
hacia su local, dejaban a sus hijos en ese parque, que estaba equipado con columpios,
toboganes, ruedas giratorias y otros artilugios aptos para los pequeños.
Columpios, toboganes...
Columpios, toboganes...
unos recreos fantásticos!
En ese gran parque, y en medio de su magnífica arboleda, los famosos palos grandes, había también cinco pabellones circulares, con unos hermosos techos cónicos hechos con hojas secas de palma, que parecían diseñados expresamente para albergar las diferentes aulas. En la parte más próxima a la Miranda, había un gran cobertizo que se presentó magnífico para el emplazamiento del Kinder. En el centro y rodeado por una buena valla de alambre, se albergaron un par de venados que la Sra. Gols compró en la tienda de Chacao “Los portugueses”, que abastecía de verduras la cocina del colegio. Ahí se alcanzó a abrir hasta 6º grado. La mudanza fue rápida y bastante sencilla.
En ese gran parque, y en medio de su magnífica arboleda, los famosos palos grandes, había también cinco pabellones circulares, con unos hermosos techos cónicos hechos con hojas secas de palma, que parecían diseñados expresamente para albergar las diferentes aulas. En la parte más próxima a la Miranda, había un gran cobertizo que se presentó magnífico para el emplazamiento del Kinder. En el centro y rodeado por una buena valla de alambre, se albergaron un par de venados que la Sra. Gols compró en la tienda de Chacao “Los portugueses”, que abastecía de verduras la cocina del colegio. Ahí se alcanzó a abrir hasta 6º grado. La mudanza fue rápida y bastante sencilla.
Paralelamente, la
familia utilizó los vestuarios de la pista de patinaje del club como
dormitorios y habitaciones privadas. A fin de cuentas, las horas del día
transcurrían íntegramente en las dependencias de la escuela.
Para esa época,
Juan Gols fue contratado como profesor en la “Escuela de Artes y oficios para
la mujer”, y ahí tuvo una alumna austríaca, Adela Sugar, cuyos padres estaban
fundando, casi sin darse cuenta, una empresa de grandes dimensione y cuyo
hermano Ernesto se convirtió en un destacado geólogo que llegó a ocupar altos
cargos en la Shell. La señora Sugar era una muy hábil repostera que empezó
vendiendo tortas los domingos en su casa de la placita de La Campiña, y acabó
convirtiendo esa venta dominguera en la famosa “Pastelería Vienesa”. Adela
empezó a colaborar con la señora Gols en el Kinder del colegio, y no tardaría
mucho en recomendar a una compañera de la Escuela de Artes y Oficios para que
se incorporara también como ayudante en la clase de los más chiquitos, cuyo
número ya estaba empezando a aumentar de manera considerable. Su amiga se
llamaba María Luisa Rengifo.
María Luisa Rengifo y la profesora Gols con un grupo de kinder
5º grado. Olga y Lolita San Román, Margarita Ravell, (?), Alberto Oriol y Ramón Mosquera
María Luisa Rengifo y la profesora Gols con un grupo de kinder
5º grado. Olga y Lolita San Román, Margarita Ravell, (?), Alberto Oriol y Ramón Mosquera
Dentro del apartado
de las anécdotas, habría que consignar que en esa época se incorporan los
hermanos Chirinos: Jorge, Ricardo, José Antonio y la pequeña, Antonieta. El
profesor Gols decía que se trataba de las siete plagas de Egipto concentradas
en tres niños, aunque añadía que la niña era la última versión mejorada! En
cierta ocasión, el mayor, Jorge, durante la hora del recreo, pasó corriendo por
detrás de uno de los columpios. El golpe que le asestó la banqueta de madera en
la cabeza, le dejó media oreja guindando (usaba gafas). Juan Gols le arregló la
oreja con esparadrapo, de tal manera que poco tiempo después ni se notaba el
traumatismo sufrido. La mamá, cuyo nombre si no recuerdo mal era Olga Mondolfi
de Chirinos Lares, siempre decía que sus hijos habían heredado su desbordante
actividad, y que era normal que fueran tan revoltosos y que no había quien les
pusiera freno. Era una señora tremendamente simpática y agradable.
Para esa época,
1943, el colegio se amplía día a día. Se adquieren dos camionetas rancheras
Ford, una del 41 y otra del 42, para el transporte escolar. El antiguo Ford
comprado un par de años antes, se muestra insuficiente para el cometido. Hay
que contratar a un chofer puesto que Jordi sólo puede manejar uno de los
vehículos. Se trata de Alberto Neazoa.
Alberto trabajó en
el Montessori durante dos períodos: en el primero, se comportaba como un
auténtico matón. Pendenciero que no rehuía ningún enfrentamiento y no le tenia
miedo a nadie ni a nada, pero muy atento, servicial y amable con la señora
Gols, a quien ayudaba en lo que hiciera falta, y a quien admiraba y respetaba.
Él me enseñó a tomar mi primer cafecito a un cuarto para las seis de la mañana,
cuando yo iba de acompañante en el transporte escolar. Ahí aprendí también que
sólo era posible sorber ese café vertiéndolo en el platico, de lo contrario, la
quemadura era inevitable. Recuerdo la anécdota del día en que Alberto apareció
muy preocupado porque descubrió que las rótulas le bailaban de uno al otro lado
de la rodilla. Reímos mucho cuando le expliqué que era normal, y que a todos
nos ocurre lo mismo.
En 1945, un buen
día, los organizadores de la magna fiesta con motivo de la fundación de URD,
solicitaron los locales del club para celebrarla con una gran ternera.
Imposible negarse. A una hora prudente, las personalidades, con su líder Jóvito
Villalba al frente, se marcharon, dando por terminada la fiesta, pero fueron
los rezagados quienes organizaron el gran alboroto. Aquello fue una rasca tan
imponente, que no se puede describir. No creo que hubiera un solo ciudadano que
pudiera mantenerse sobre sus pies, y eran muchos! Alberto y su compañero Lino
se la pasaron repartiendo puñetazos a diestro y siniestro. Lo que empezó por
defender al profesor Gols de las amenazas de unos borrachines, acabó a altas
horas sacando a la calle a los que no podían marchar por su propio pie.
Lino, Báez de
apellido, fue otro personaje importante en el engranaje. Era jardinero, y por
cierto muy hábil. Hombre de ojos verdes, creo que tenía algo de indio, aunque
fuera por su carácter. Introvertido en extremo, con una hierbita en la comisura
de los labios y sentado en cuclillas, era capaz de pasar horas sin moverse y
sin decir una palabra. Era puro músculo, y un magnífico jugador de billar. Fue
mi maestro en este juego y yo pasé muchas horas aprendiendo el juego y el valor
del silencio en aquel añorado local, del magnífico Club.
En esos tiempos se
impone la norma del acompañante en el transporte. Ningún vehículo saldrá sin
una maestra que cuide de los pequeños pasajeros. A causa de la guerra mundial
en curso, la escasez se nota en muchos ámbitos, y en el caso del transporte,
afecta de manera especial la falta de cauchos. Hay días en que se llega a
reparar hasta 5 veces la misma rueda. Hay que recauchutar constantemente y las
reparaciones se tienen que hacer muchas veces en medio de la calle en el
transcurso del transporte del alumnado.
Se van añadiendo
nuevos docentes, la mayoría mujeres, y entre ellas la recomendada por Adela
Sugar, Maria Luisa, que también será una asidua acompañante en ese transporte,
y siempre que es posible, en la camioneta que maneja Jordi! De nuevo una
anécdota: en esa época está inscrita una niña muy pequeña, Evangelina Villegas,
protagonista de un gracioso hecho cuando sus papás la encontraron bañándose en
su casa, pero arropada con una bata, porque decía que el agua estaba demasiado
fría. Yendo a recoger a esa niña tuvo Jordi un primer accidente, al atropellar
a una niña rompiéndole una pierna cuando salió corriendo entre dos carros estacionados en la calle. A
raíz de ese suceso los padres matricularon a la niña en el colegio. Ni Adela ni
Maria Luisa son maestras tituladas, pero con su vocación y bajo el tutelaje de
la señora Gols se convierten en auténticos puntales en el departamento de los
más pequeños. Es un tiempo en el que dadas las carencias pedagógicas, las
exigencias en materia de titulaciones eran mínimas, manteniendo, eso sí, que
las clases en los dos finales de etapa de primaria, 4º y 6º grados, debían ser
impartidas por maestros venezolanos.
Jordi, además del
transporte empieza a responsabilizarse de algunas clases en distintos grados, y
yo, que a partir de 1941 estudié
en el colegio La Salle, que en esa época estaba ubicado entre las
esquinas de Santa Bárbara y Tienda Honda (si no recuerdo mal) siempre que tenía
tiempo, aprendía y ayudaba, sobre todo en el kinder, que es lo más complicado y
difícil, y donde el sistema Montessori marca la gran diferencia. Precisamente
en esos inicios (nueva anécdota) tuve mis primeras experiencias pedagógicas:
Marçal, vete a buscar a Albertico que está en la rueda. Cuando le digo que si
no quiere ir lo llevaré yo, me agarra por el cabello y me empieza a halar duro.
Ante mi fracasado encargo, mi madre me explica: “Ojo por ojo, diente por
diente”, esa es la doctrina en este caso. “Albertico, vamos”, “te muerdo”, “yo
también”. A mi me quedó el mordisco en sangre, a él, la marca de mis dientes.
Final: “yo voy solo”, “perfecto “. A partir de aquel momento Alberto (¿José?)
Rivero se convirtió en mi mejor amigo; cada vez que me veía se me echaba a los
brazos. Alberto vivía en El Rosal, y si recuerdo bien, muy cerca de Luisito
Navarro y José y Eleonora Gabaldón.
Final de curso
Final de curso
Las fiestas de
final de curso se celebran en el local del club, en la parte alta. Empieza a
formarse un coro infantil para el que el profesor Gols escribe canciones. El
primer número del acto suele ir a cargo de los más chiquitos con alguna canción
con gestos de Dalcroze que también el profesor ha traducido y adaptado. “La
casita” (allá veo una casita, así, así...) “Juan Bimbita” (va hacia la escuela)
etc. Suelen terminar las fiestas con alguna obra de teatro, también adaptación
hecha por Gols. “El gato con botas” (que le pregunten a Héctor Soucy!), “El
traje del emperador” ¿era Carlos Travieso?)... De ese tiempo existen
testimonios gráficos,* con las hermanas San Román, Lolita y Olga, Virginia
Betancourt, Carlos Travieso, Anita Punceles, Pablo Kirchmeyer, Jacinto Gómez, Aguerrevere,
etc. Gols mantiene una buena sintonía en su relación con el padre de Virginia,
el político y periodista Rómulo Betancourt, que poco tiempo después se
convertiría en Presidente de la República. Recordemos que Gols fue periodista
entre otras muchas actividades.
El coro del colegio empieza a cobrar importancia
El coro del colegio empieza a cobrar importancia
Aguerrevere, Pablo Kirchmeyer, Jacinto Gómez, Carlos Travieso, Lolita San Román, Anita Punceles, Renata (?), Virginia Betancourt, Olga San Román y (?)
NUEVO TRASLADO - BAJO EL GRAN MATAPALO
El colegio sigue
creciendo, pero la empresa Coney Island adquiere el local donde se
encuentra y hay que mudarse. Es
1945. Se inaugura la fuente de la plaza de Altamira con el obelisco y el
estanque, donde se pone de moda el encuentro de los jóvenes y los no tan
jóvenes cada jueves a su alrededor, paseando y oyendo música por los altavoces.
El Montessori se traslada a la quinta San José, en la cuarta avenida de los
mismos Palos Grandes. Es una gran casa, con un frondoso jardín en el que luce
un fantástico matapalo. En ese jardín, y de la mano de la maestra Anita Rojas
Fortoul, inspirada por las indicaciones de la profesora Gols con sus viejas
experiencias en arte dramático, buena parte de las clases de historia patria se
realizan al aire libre. Ahí aparecen Guaicaipuro y Diego de Losada, también
Francisco Fajardo, Terepaima, Guaicamacuto... más tarde saldrán a escena los
próceres de la independencia, y el alumnado se disputará los papeles más relevantes.
Se escenifican las batallas y los impresionantes procesos de lucha por la
libertad, primero la de los pobladores autóctonos, más tarde por aquellos que
se encontraban sometidos. Se trata de conocer la historia del país de una
manera realmente amena, huyendo de la aridez de los libros del hermano Nectario
Maria.
Poco a poco se van
incorporando nuevas maestras, ahora ya sí, todas tituladas: Lucila Pérez,
Lucila Márquez, que seguirá mucho tiempo, Hilda Bello y su hermana Mireya que
ayuda en el Kinder pero básicamente se convierte en acompañante en el
transporte, Luisa Peppe Mancini, una maestra italiana muy eficaz y dispuesta, y
tantas otras...
Las camionetas hace
tiempo que quedaron insuficientes y se adquieren los primeros autobuses. El
primero fue un Studebaker que pronto se quedaría pequeño, con lo que habrá que
comprar otro, que será de la misma marca. Se pintan de azul y aparte del
nombre, llevan incorporado el logo que Juan Gols diseñó tiempo atrás. La flota
de autobuses seguirá creciendo de acuerdo con el aumento de alumnado. Poco a
poco se añadirán los Diamond, International y G.M.C. Hay que ir a buscar
alumnos hasta Catia. En aquellos años, el viaje era largo y no existían las
autopistas. Los autobuses salen del colegio a las seis de la mañana para llegar
de regreso cerca de las ocho. El horario de clase es de 8 a 11 y de 2 a 4, que
es cuando el transporte emprende el 4º y último de los viajes del día.
El coro, en la quinta "San José"
El coro, en la quinta "San José"
La Familia Gols
encuentra vivienda en la quinta “Magnolia”, en la tercera avenida, esquina con la
tercera transversal, creo, hoy calle tres, muy cerca de la escuela y donde hoy
se ubica un edificio con el mismo nombre. En esa quinta se instala el comedor
para el alumnado seminterno, que se desplaza diariamente desde el colegio,
distante tan sólo a una cuadra. Ese es el mismo recorrido que hace cada día el
gran mucuchíes blanco del Montessori para encontrarse con uno de los perros de
la familia Capiello y caerse a mordiscos mutuamente, a una media de una pelea
semanal. Estel, se llamaba. Se trataba de dos cabecillas cuya disputa por la
supremacía en el barrio era conocida por todos. Creo que nunca llegó a quedar
claro quien era el macho
dominante; las tablas fueron el denominador común. En aquella misma quinta
llegó al final de su vida, León, aquel corgi fantástico que había acompañado a
la familia desde Los Chorros.
Jordi hace ya
tiempo que se incorporó definitivamente al colegio. El “cese” en la granja
avícola facilitó las cosas. Marçal también tiene a su cargo clases mientras
termina su bachillerato nocturno que había iniciado en 1944 en el Liceo Alcázar
después de cursar el primer trimestre diurno en el Andrés Bello, - cuando el
director era Dionisio López Orihuela y las muchachas llevaban un uniforme de
falda blanca con peto y camisa de rojo chillón - hasta terminar con la
modalidad de semestres en el Liceo Juan Vicente González, por allá por El
Silencio. Se aprende a fumar con Lucky Strike, que viene en cajetillas
envueltas en celofán de color verde, antes de que según el slogan, éste se vaya
a la guerra y los paquetes de cigarrillos cambien a color blanco.
Alberto Neazoa,
había reaparecido después de una larga ausencia. Volvió solicitando el mismo
trabajo anterior: chofer de uno de los autobuses. Pero esta vez vino después de
haber abrazado la religión evangélica. A partir de ese momento, para él, hasta
subir en un ascensor era un grave pecado. Su reincorporación fue breve. Lino,
también tuvo que dejar el jardín. Su esposa, Lourdes, que era la cocinera para
el comedor escolar, empezó a padecer problemas mentales, hasta llegar a salir
desnuda por las calles. Ahí ya fue el final. Lino tuvo que llevársela.
En octubre de 1945
se produce la revolución que acaba con el régimen del General Isaías Medina
Angarita, que a su vez, había sucedido al General Eleazar López Contreras, y en
diciembre de ese mismo año, Jordi y Maria Luisa se casan en la iglesia de
Petare. No hay celebración de ningún tipo. Es un matrimonio celebrado con la
máxima discreción y austeridad.
El alma del colegio
es Mercedes, a quien todos conocen por la “profesora Gols”. Es la directora, da
clases en el Kinder, supervisa el trabajo de todo el personal docente y no
docente, y los reúne periódicamente para resolver problemas y marcar
directrices. Todo transcurre con una gran naturalidad y familiaridad. La
profesora también lleva las cuentas que cada día, mejor sería decir cada noche,
se van complicando más a causa de su volúmen. También dirige el coro. Se ensaya
por cuerdas durante los recreos de las mañanas, que duran cerca de 30 minutos.
Los sábados hay ensayo de conjunto. El profesor Gols enseña dibujo,
manualidades, a hacer mapas que son verdaderas obras de arte, con acuarela y
tintas chinas. Jordi seguirá más adelante con algunas de esas actividades, imprimiendo una rígida y severa exigencia
en la confección de los mencionados mapas.
Jordi y Marçal
ponen en escena algunas funciones de títeres, aprovechando una colección de
ellos encontrada en el anterior local. Se trataba de unas bellas figuras
talladas en madera que aquel antiguo club Monterrey había importado de Bélgica.
Lucían unos lujosos vestidos, ya algo deteriorados por el tiempo, que la
profesora Gols se encargó de renovar.
En 1946, con el
nuevo gobierno, el ministro de Educación, Humberto García Arocha, presenta el
polémico y famoso decreto 321. A nivel privado, se puede señalar que
Marçal se beneficiará con ello,
pues le permite ahorrarse los exámenes de fin de curso, pasando directamente a
4º de bachillerato.
Probablemente, el Montessori fue el único colegio privado (o al menos, de los pocos) que apoyó decididamente la mencionada medida, y Eleonora García Larralde, hija del ministro y alumna del colegio en aquellos momentos es quien mejor puede comentar el caso.
En ese mismo año,
se fundó el colegio “Moral y Luces – Herzl Bialik”. El prestigio del que ya
gozaba por aquel entonces el profesor Gols, hizo que el grupo de familias
judías gracias a cuyos esfuerzos
se logró la fundación del mencionado colegio, propusiera a Gols el cargo de Director. (En el
apéndice se puede leer el artículo que el profesor escribió como comentario a
la apertura del colegio).*
También por
aquellos tiempos se incorpora un nuevo chofer para el transporte escolar. Se
trata de Espinoza.
1947, será un año
que marcará para siempre a la familia Gols. Nacerá el primer hijo de Jordi, que
bautizado por sus papás con el mismo nombre que el progenitor, todo el mundo lo conocerá y llamará por el
diminutivo, así, siempre será Jordito. Son buenas noticias.
Las malas, son que
para semana Santa, Juan Gols ya se encuentra enfermo, aún cuando todavía tiene
ánimos para añadirse a una excursión para pasar unos días en Camurí, y dormir
cerca de la playa en un buen chinchorro y entre cocoteros. Cuando tiempo atrás
se queja al médico, éste le dice que no sea exagerado, que eso no es nada:
“¡Profesor! ¡eso no es más que un “bultico” en la barriga!...” La discreción no
me permite dar aquí el nombre del médico cuyo error en el diagnóstico tuvo tan
trágicas consecuencias, aunque por otra parte, también es cierto que en aquella
época, su enfermedad era de difícil curación.
El doctor Alfredo
González Navas, cuya esposa Carmen Elena es hermana de María Luisa, se encarga
de hacerle una exploratoria al profesor. Asiste a la operación el Dr. Augusto
Pi Sunyer, que había manifestado su extrañeza por la falta de diagnóstico ante
la enfermedad.
Es cáncer.
Avanzado. No hay nada que hacer. Jordi removerá cielo y tierra en busca de los
inyectables que permitan mitigar cuando menos la agresividad de la enfermedad.
Gols volverá a casa desde la clínica Razzetti, para estar acompañado de la
familia durante los días que le quedan. Recibe numerosas visitas, entre las que
cabe destacar las de Abel Vallmitjana, que con su simpatía y amena conversación
le hace pasar algunas horas de entretenimiento que de alguna manera alivian el
malestar. Pero el acto verdaderamente emocionante tuvo lugar el día en que,
habiendo ensayado con el coro del colegio, la profesora Gols se presentó en
silencio acompañada del grupo infantil hasta el jardín de la quinta La Magnolia,
y al pie de su ventana le cantaron la bella canción que él mismo escribiera no
mucho tiempo atrás: “Quisiera”.
El crítico de arte
Israel Peña le dedicó un capítulo de su libro de recuerdos “Música sin
Pentagrama”, en cuyo final se puede leer: “Es una verdadera joya de
espontaneidad musical, de ingenua frescura, de irresistible belleza”.
El día 2 de julio,
Juan Gols falleció. Rómulo Betancourt, Presidente del país, hizo un alto en su
intensa actividad para acompañar a la familia en esos momentos tan dolorosos. Gols
tenía 52 años.
Desde hacía tiempo,
Juan Gols tenía noticias de que Xavier, el hijo de su hermano Vicente, tenía
gran parecido con su padre. Juan y Vicenç, desde niños habían sido compañeros
inseparables de travesuras. Los recuerdos se agolpaban, así que se empeñó en
intentar que el sobrino fuera para Venezuela, acompañado de la madre y la
hermana, Montserrat, algo mayor que él. La posguerra en España fue una época
muy dura, y emprender un viaje hacia tierras americanas no dejaba de ser una aventura,
más por los trámites necesarios que por el viaje en sí mismo. Finalmente y
después de superar toda la burocracia del momento, embarcaron para llegar a
tierras venezolanas el 27 de septiembre de 1947. Lamentablemente, fue demasiado
tarde para que uno y otros pudieran disfrutar del reencuentro. Los retrasos
ocasionados por la lentitud de las gestiones burocráticas fueron los causantes
del desencuentro.
Montserrat y su
mamá, Neus, Nieves en castellano, no tardaron mucho en buscar nueva vivienda,
mientras que Xavier se quedó, incorporándose pronto a los quehaceres del
colegio y amarrando una estrecha relación con Marçal, que todavía hoy sigue muy
viva.
NOS MUDAMOS DE NUEVO
El colegio sigue
creciendo. Se presenta la oportunidad de adquirir una hermosa quinta con un gran
terreno, algo más arriba de la “San José”. Está situada de oeste a este entre
la cuarta avenida y la quebrada que separa Los Palos Grandes de Santa Eduvigis,
y de sur a norte entre un terreno vacío que la separa de la residencia del agregado
militar de la embajada de los EEUU, y la quinta donde tiene su consulta el
veterinario Dr. Goldmann, situada entre el colegio y la quinta donde vivían los
Belfort (?), en la esquina con el principio de la quinta avenida, donde muy
cerca vivían (?) las hermanas Feil, Elena y Myriam.
El problema es que
no hay dinero para esa adquisición, así es que se reúne un grupo de padres con
la Sra. Gols y le proponen sufragar la compra a base de bonos de 500 bolívares,
que la escuela irá devolviendo sin intereses y con entera libertad. La
propuesta es de una generosidad extraordinaria, y es difícil rechazarla, aún a
costa de los sacrificios que habrá de costar. Mercedes, acompañada por Jordi,
acepta el reto. Algunas familias compran bonos hasta por valor de 3.000 Bs.
Otras, optan por solicitar que la devolución se realice descontándola
mensualmente de la factura del colegio, cosa que por otra parte complica un
poco el proceso pues disminuye los ingresos. Faltaba una parte importante para
completar, cuando el seguro que tenia suscrito obligatoriamente Juan Gols por
su cargo en la Escuela de Artes y Oficios viene a completar el total de la
compra. Fueron 80.000 bolívares, (creo recordar) cantidad más que considerable
para aquella época, que permitieron redondear el pago del mencionado terreno.
Nueva mudanza. Esta
vez es rápida, dada la cercanía. Se aprovechan las vacaciones, y formando
equipo, Jordi, Marçal y Xavier se meten a constructores. Las paredes fueron
levantadas por profesionales, así que para los improvisados quedó el cemento de
los pisos. Al fin, quedó levantada una estructura al borde de la quebrada, en
que hay paredes de ladrillo, techos de zinc, y lo más importante, pisos de
cemento. Hay que consignar que se acababa de incorporar al equipo el maracucho
Andelfo Valderrama, quien además de manejar uno de los autobuses, vino a formar
junto a Marçal la defensa del equipo de fútbol “Catalonia Futbol Club” que el
mismo Jordi, con la colaboración (más moral que otra cosa!) del hermano y del
amigo Jorge Fábregas habían fundado en 1945. También Andelfo ayudó en el
trabajo de albañilería.
Más adelante se
levantarán otras dos aulas con el mismo sistema. Éstas se ubican al lado de la cerca que separa el
terreno con el del Dr. Goldmann, y son algo más grandes, con la idea de que ahí
se darán los cursos de los mayores y donde se colocará pronto el bachillerato,
que se irá abriendo a medida que el alumnado de sexto grado vaya abriendo paso.
La entrada
La entrada
La quinta donde se
ubica nuevamente el colegio está rodeada de árboles, alguno de fruta de pan,
pero básicamente mangos, entre los que pronto aparecerá una pereza que de vez
en cuando se cae de espaldas desde la altura, produciendo el sonido
característico de un saco lleno de aire. Aunque los golpes más sonoros son los
de los enormes mangos y de los frutos de pan cuando caen encima de los carros y
los autobuses que se cobijan a la sombra de la arboleda. Hasta el parabrisas
del Buick de Marçal hubo que cambiar a causa de un “mangazo” descomunal.
Frente a las aulas
La salida
Un buen día, el papá de los hermanos Campagna: Aixa, Judith, Silvia e Ítalo, trajo al colegio un cachorrito de tigre. Por error, durante una cacería habían matado la madre, sin saber que estaba acompañada de una cría. Para el almuerzo del semi-internado, llegaba dos veces por semana un cuarto de res. Cuando el tigrito olió por primera vez esa apetitosa carne cruda, pareció volverse loco. No podía quedarse, hubo que devolverlo a su cazador.
Enriqueta Muñoz, la madrina
Se organizan los
deportes. Hay temporada de fútbol y de base-ball para los varones. Se juegan
campeonatos inter clases. También se juegan campeonatos de fútbol a 5, en que
los equipos cuentan con sus respectivas madrinas. Jordi, Xavier, Marçal y hasta
Andelfo forman en los distintos equipos. Incluso hay accidentes, como cuando
Jordi se rompió una pierna intentando robarse el “home” que estaba bloqueado
por el catcher, Xavier.
Carmina Guimet, la madrina
Carmina Guimet, la madrina
Marçal, también entrena el equipo de Volley-ball femenino - con el que incluso se participa en campeonatos inter-escolares, - y también enseña a jugar ajedrez, organizando campeonatos. También llegábamos a jugar simultáneas después de almuerzo con grupos numerosos de candidatos.
Vera Gottlieb, X, Evangelina Pinedo, Trina Capriles,
Clarita Berckemeyer, Anita Litasi, Enriqueta Muñoz,
Arriens, Mireya Poleo, Mª Adelaida Octavio, Mª Eugenia Frías
En el taller
aumenta la actividad: decorando cerámica, repujado de cuero y talla de madera,
cofres, cajas, figuras... Jordi, que había estudiado Arte y Diseño en la Escuela Massana de Barcelona, sigue las pautas que en su día había trazado el
profesor Gols.
Mª Asunción Grases, Fabio Pernetz y Mario Hernández en el taller
Mª Asunción Grases, Fabio Pernetz y Mario Hernández en el taller
Con frecuencia se
organizan excursiones, a las cuevas de El Encantado, la Colonia Tovar, El
Junquito, Turiamo, donde algunas veces también ha habido pequeños grupos que
más bien han parecido la prolongación de la familia Gols.
Lucila Márquez y Jordi encabezando el grupo camino de El Encantado
En la playa de Turiamo
Lucila Márquez y Jordi encabezando el grupo camino de El Encantado
En la playa de Turiamo
El coro del colegio
se convierte en una pieza fundamental para cimentar el prestigio de la
institución. Ensayos por cuerdas durante las horas de recreo, como ya se apuntó
antes, cánones: “el grillo”, “Do, re, mi, fa, sol”, “La escala”, “Ya llegó la
primavera”, corales de Bach, “El Señor es mi fiel pastor”, pequeños corales de
Brahms, Medelssohn, canciones navideñas, canciones populares, “El señor Don
Gato”, “Himno a la alegría” – arreglo del coro de la novena sinfonía de
Beethoven, “El eco” de Orlando di Lasso, las de Juan Gols, “Matinal”,
“Quisiera”...
El coro, cada día más numeroso
El coro, cada día más numeroso
El coro del
Montessori fue probablemente el primer coro infantil en cantar en directo por
televisión, haciendo su presentación al poco tiempo de fundada Televisa Canal
4.
Se organiza también
el grupo de danzas: “”El Sebucán”, “El San Pedro” de Barlovento, “Los
Chimichimitos”, “La Chichamaya”, “El Tamunangue”... Acompañan los bailes el
conjunto formado por los mismos alumnos, cuatros, maracas, tambores... Destacan
Fernando Pastor y Melchor Centeno con sus cuatros, ambos auténticas promesas.
Acaso vale recordar la propiedad y justeza del vestuario: las hembras con sus
amplias y floreadas faldas de colores, blusas blancas y flores en las
cabelleras, los muchachos con sus liqui liquis, alpargatas y sombrero de
cogollo. También se aprenden danzas catalanas. En algunos casos hay que
recurrir a la trampa de que alguna niña haga el papel de hombre. Maritza Rubio
?
El Tamunangue
El Tamunangue
Aunque desde el principio de su trayectoria las fiestas de Carnaval siempre fueron objeto de atención muy especial para el colegio, a partir de este período, año tras año van cobrando una relevancia cada vez mayor. Todos los rincones se encuentran inundados del color de los disfraces y la alegría desbordada de la gente joven se contagia a los adultos que asisten masivamente a las fiestas. Concursos, juegos, música, merienda y los tradicionales desfiles para rendir pleitesía a la Reina y su corte de damas de honor. Es de señalar que la elección de la Reina se realizaba mediante el proceso de votación individual y secreta. De esta manera, cada clase elegía a su candidata, que luego competiría con las restantes por el mismo sistema. Era la misma fórmula empleada para nombrar las “madrinas” de los equipos de fútbol a 5, de los campeonatos inter-clases que se jugaban todos los años.
Y sus reinas...
Mª Grazia Dellanotte
Maripura Guimet
Isabel Ortega
Con la dictadura
del general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958) se instaura la “Semana de la
Patria”, dedicada a la exaltación del orgullo nacional, a los próceres de la
independencia y a los logros del gobierno militar. Todos los actos se
desarrollarán alrededor del 5 de julio, y culminarán con grandes desfiles.
Precisamente para esos desfiles son convocados absolutamente todos los
colegios, públicos y privados. Queda claro que no hay posibilidad alguna de
abstenerse, así pues, el Montessori contrata los servicios de los instructores
que enseñarán al alumnado a desfilar militarmente y a manejar trompetas y
tambores como auténticos profesionales, pues no hay que olvidar que el
estudiantado deberá desfilar acompañado de bandas secas. Con mayor o menor
éxito, todos los colegios tuvieron que pasar por esa experiencia, pero lo que
llamó verdaderamente la atención del público fueron los uniformes que lucieron
los integrantes de la banda seca del Montessori, que a diferencia del resto de
los desfilantes se presentaron con el traje de gala típico: liqui liqui,
sombrero de pelo’e guama y botas de montar. La feliz idea, nacida de la
imaginación de la profesora Gols, causó un impacto del cual se hicieron eco hasta
los peródicos que reseñaron los actos.
La cabeza del desfile: Laignel, los hermanos Budowski y Monique Horande
La banda seca
Con su elegante liqui liqui
Y el uniforme de gala
La profesora Gols
organiza las clases de música para aquellos que las solicitan. El piano corre a
cargo de la profesora Gabriela Borota, violín Noel Cucic, Violoncelo Eugenio
Marullo. Poco después, Elmer Glanz sustituirá a Cucic. Se organiza un pequeño conjunto de cuerda, que
actuará en los actos de final de curso. La que había de ser una pianista fuera
de serie y que era ya un auténtico prodigio, María Antonia Frías, también había
mostrado alguna vez su extraordinario talento. Su desaparición siendo aún una niña, fue una
verdadera tragedia.
Empieza a funcionar la pequeña orquesta de cámara
Nueva anécdota: Bogdan Chruzcz es uno de los estudiantes de violín. Muchos años más tarde, en 1980, Bogdan y Marçal se encontrarán en EEUU para tocar juntos el segundo concierto de Wieniawsky con la Miami Symphony Orchestra. Bogdan se había convertido en un prestigioso solista siempre solicitado en el área de Florida.
En la primera época
del semi-internado, Marçal aprovechaba la hora del almuerzo para estudiar un
poco el piano. Ahí sonaban nocturnos y valses de Chopin, algunos Debussy y
Bach. Ahora, después del almuerzo había fútbol o base-ball según la temporada.
Es durante ese
período cuando se incorpora al jardín el italiano Augusto Rivieri. Más tarde
también llegan otros italianos, Giulio y Felipe, éste, ayudante de cocina, al
frente de la cual está Pierre, un francés que además de excelente cocinero era
un magnífico maestro pastelero. Entre el personal no docente también trabajan
algunos en cortos períodos. Para llevar las cuentas se incorpora Amado
Gutiérrez, un vasco que era contable y además un excelente clarinetista. El
transporte queda en manos de Xavier que con sus conocimientos hace el
mantenimiento de la flota de autobuses, y maneja uno de ellos. Los otros son
llevados por Andelfo y Ribas.
El personal docente
se amplía. Entre otras, se incorporan tres maestras que dejarán huella. Se
trata de Juanita Borobia, una navarra de mucho carácter, vieja escuela, recia y
exigente, que es tan estimada como respetada. María Dolores Pla, con una
paciencia y dulzura infinitas, que fue maestra durante la República en España y
que la represión franquista había apartado de la docencia, y Zaira González,
que por aquel entonces era estudiante de leyes, una muchacha joven, alegre y
deportista. Se puede afirmar que todas ellas se integraron como si de una gran
familia se tratara.
A todo este
estupendo equipo, también hay que agregar la incorporación de Rafael Modolell y
su esposa Lila. Rafael, más bien pequeño de estatura, de ojos atigrados y nariz
aguileña, era oriundo de Sitges, encantadora población costera cercana a
Barcelona, en España. Apasionado por el fútbol, dejó su trabajo en Maracaibo
para trasladarse a Caracas y así poder jugar en las filas del Catalonia FC
mencionado antes. Su trabajo en el colegio consistió en manejar uno de los
autobuses, mientraas su esposa ayudaba en los quehaceres del Kinder. Su paso
por el colegio fue más bien breve, ya que se trataba de poner un pie en la
capital antes de encontrar plaza en un Banco, que era para lo que estaba
preparado. Lila, la persona con más refranes por minuto que nunca haya
conocido, era llanera, concretamente de San Fernando de Apure y prestó durante
un tiempo un buen servicio al colegio, tanto con la atención a los pequeños
como eficaz acompañante en los autobuses.
Los tiempos
cambian, y con ellos también las costumbres. Viene al caso decirlo porque así
se podrían contar las etapas del colegio recordando la temporada en que jugar
a metras era la principal ocupación durante los recreos, y a fe que
había auténticos campeones. Se aprovechaba cualquier momento: justo al entrar a
clase, cuando se formaban filas, antes de montarse en el autobús. Al menor
descuido ya había quien trazaba un círculo en el suelo con el pie. El día menos
pensado aparecía alguien con un trompo, y a los pocos días no había un rincón
donde no apareciera un malabarista haciendo prácticas. Lorenzo Centeno parecía
un profesional de la perinola, en otra temporada aparecía el “yo yo”. El “hula
hula” (no estoy muy seguro del nombre) también hizo su aparición, aquel aro en
la cintura al que se hacía girar con movimientos más propios de una rumbera que
de un atleta. (En ese, se puede afirmar que las hembras eran unas auténticas especialistas!).
También estuvo de moda durante tiempo el llamado “diávolo”, aquel juego que
consistía en hacer dar vueltas a una especie de carrete formado por dos conos
unidos por el vértice. Pero excepto en algunos casos, esos juegos eran más bien
cosa de varones. Las hembras pasaban muy rápidamente de brincar mecate, al
juego de la vieja, aunque muchas eran también expertas en la perinola.
Posiblemente muchos de esos juegos puedan resultar desconocidos para niños y
niñas de hoy. Pienso que es una lástima. La electrónica y la TV probablemente
ocupen básicamente las horas libres de los escolares. Hay que reconocer que los
juegos de antaño desarrollaban aptitudes de equilibrio, coordinación, rapidez
de reflejos, y otras tantas que aportaban considerables beneficios en la
formación de la infancia.
Las actividades se proyectan también en horarios extra escolares
Las actividades se proyectan también en horarios extra escolares
A petición de un
grupo de padres, se abre el bachillerato. Hay que contratar más personal. Se
añade Margarita García, básicamente para el bachillerato, del cual ella tomará
las riendas. Para el inglés viene el señor Stalbohm y para Educación Artística
Abel Vallmitjana. Para los que solicitan clase de religión se contrata al
carmelita padre Bassols. Se doblan algunas clases de primaria, así hay 1º y 2º
grado A y B, también 3º y hasta 4º. Las clases no deben superar los 28 alumnos
por aula.
Los bachilleres
Los bachilleres
En 1955 Marçal se
casa con Núria. El día del matrimonio civil, un desaprensivo asustado mata el
pequeño oso hormiguero que se había convertido en el perrito faldero de Marçal.
Era día no lectivo y se lo había dejado salir de su cercado para que fuera
taladrando agujeros por todo el patio. Acercarse a la quebrada del fondo fue su
perdición: un obrero de la construcción que trabajaba al otro lado de esa
quebrada, creyó que aquello era un monstruo peligroso al que era necesario
eliminar!
FINAL
Creo que fue en
1956 cuando el gobierno aprobó la ley de urbanismo según la cual buena parte de
los terrenos de la parte baja de la urbanización de Los Palos Grandes pasaron a
ser aptos para la construcción vertical. El futuro de las hermosas quintas con
jardines se ensombrecía con oscuros nubarrones. La urbanización se iría
llenando de grandes edificios. Un grupo de padres de alumnos, en representación
de los demás y encabezados por el Dr. Octavio, se reúne con la profesora Gols
para exponerle la conveniencia de trasladar el colegio. Aquel gran terreno se
encareció de golpe al compás de la nueva ley, y los padres no consideran
rentable mantener la escuela en ese lugar. Parece un buen momento para iniciar
la consolidación definitiva del colegio adquiriendo un adecuado solar y
construyendo el edificio que responda a las necesidades de los sistemas
educativos que se siguen en el Montessori. Se hacen planos para la edificación
de una escuela que habrá de ser modélica en su arquitectura. La propuesta de los
padres es sencilla: vender, para comprar un terreno mejor ubicado y construir
en él. Pronto aparecen unos compradores. Se trata de una sociedad formada por
tres inversores húngaros de los cuales sólo recuerdo a Debreczeny y Ladislas
Gonda, que es quien lleva la voz cantante. Jordi encuentra en los mismos Palos
Grandes un terreno situado al otro lado de la avenida que rodea el actual
Centro Catalán (que, recordemos, también había sido Montessori) por la parte de
la montaña, inmediatamente debajo de lo que habrá de ser la Cota Mil, la actual
Avenida Boyacá. Lo que no puedo precisar es si ese terreno fue sugerido por los
mismos compradores húngaros. Se efectúa la compra sin saber que toda esa zona
está reservada para los cimientos de la nueva avenida, y por tanto los terrenos
no tienen permiso de construcción. Se encuentran congelados. La precipitación
es mala consejera, y habría que buscar asesoramiento, pero no se hace. La mayor
parte del dinero de la venta se va en la compra de un terreno no edificable.
Una desinformación que convierte el paso dado en un error de fatales
consecuencias. Otra buena parte del producto de la venta sirvió para cancelar
totalmente los restos de la deuda que todavía quedaba pendiente con los padres
que habían suscrito los bonos.
En marzo de 1957,
Jordi con su esposa, los dos hijos (la pequeña María Elisenda nació en 1955) y
la señora Gols, emprenden viaje a Europa. El Dr. Valencia Parparcen había
aconsejado con insistencia que la profesora tomara unas vacaciones, pero fuera
del país. Según el médico, pasar unos días en Turiamo no era suficiente para
descansar, reponerse y olvidar un poco los problemas del momento. Marçal,
mientras tanto queda encargado de terminar el curso y buscar un local adecuado
donde trasladar la escuela provisionalmente, y además, efectuar ese traslado
sin dejar su trabajo en la Escuela de Música Juan Manuel Olivares, donde da
clases desde 1948. (Desde el fallecimiento de Juan Gols, el maestro Juan B.
Plaza le había encargado la sustitución del profesor para convertirse en
ayudante de la profesora Gols, a quien sustituiría definitivamente cuando ella
dejó la cátedra en 1949.) El encargo del traslado era comprometido y difícil de
abordar, y Marçal que no había participado en las decisiones tomadas hasta
aquel momento, no estaba preparado para ese cometido.
Antes de marchar,
la profesora Gols y Jordi propusieron la fundación de una cooperativa con el
profesorado, cosa que fue bien recibida por parte de las maestras. Se trataba
de buscar una fórmula para dar continuidad al colegio y en cierta forma relevar
a la profesora. Aunque la única gestión que realizó la mencionada cooperativa
consistió en encontrar una quinta en Los Chorros para el traslado urgente y
provisional. Por lo demás, no llegaron a reunirse de nuevo.
Encontrar un local
apropiado para instalar una escuela que alberga cerca de 500 alumnos no es
ciertamente una tarea fácil, pero además, hay que hacerlo en tiempo récord. La
quinta de Los Chorros, no reúne los requisitos indispensables, pero como quiera
que se trata de una mudanza temporal a la espera de la nueva escuela, Núria,
Xavier y Marçal, aprovechando el período de las vacaciones, se ocupan de
desmontar y trasladar absolutamente todo. El material de trabajo, el
mobiliario, el laboratorio, los pizarrones, etc., hasta los lavabos del kinder.
Lamentablemente no se contó con la ayuda necesaria.
Durante el mes de
septiembre se espera la matriculación, pero ante el triste aspecto y el
carácter de provisionalidad del nuevo emplazamiento, los padres y representantes
se desaniman, y con las más variadas excusas van aplazando las inscripciones.
“Cuando ya la escuela esté en su nuevo edificio, vendremos para volver a matricularlos”.
La reacción es lógica y natural.
Diciembre de 1957,
revueltas estudiantiles y el siguiente 23 de enero cae Marcos Pérez Jiménez.
Desde la Junta presidida por el almirante Wolfgang Larrazábal se oyen voces que
anuncian la enseñanza gratuita para todos los alumnos del país. Es un rumor que
no ayuda para nada en la recuperación del colegio.
Jordi vuelve a
Caracas a finales de noviembre, para ver si puede hacer algo, pero ya es
demasiado tarde. Se queda hasta febrero de 1958, asistiendo al derrumbe de la
dictadura para marchar de nuevo hacia España.
Por otra parte,
aquel buen equipo docente, se desintegra, y cada uno se busca la manera de
superar la situación. No hay subterfugios que valgan, cuando un barco se hunde
ya se sabe cual es el camino. Es triste, pero en honor a la verdad y en vista
de lo que ocurría, era difícil contar con la
colaboración necesaria. La escuela no podía abrir sus puertas sin contar con
una matrícula suficiente, así que en espera de mejores tiempos, hubo que malvender
todo lo vendible, incluso los autobuses, que encuentran su comprador en el
profesor Juan Campà, director y fundador del Instituto Einstein, en Chacao.
El terreno seguía y
siguió congelado por mucho tiempo. En 1966, es decir, aproximadamente nueve
años más tarde, el gobierno procedió a abonar el importe de la expropiación,
pagando un precio sensiblemente inferior al que se había abonado para la
compra.
La profesora Gols,
muy cansada, se queda durante un tiempo en Suiza, al cuidado de Jordito y
resistiéndose a volver a Barcelona, por el temor a un regreso sin el esposo, y
con los recuerdos de los tiempos pasados. Es Jordi, quien más adelante la
convencerá para que vuelva a sus orígenes.
Triste e injusto
final de una ilusión y empeño que con tanto amor y dedicación levantaron los
esposos Gols, y que de no ser por unas decisiones equivocadas y, por qué no
decirlo, por una especulación engañosa, probablemente habría alcanzado muy
altas cotas en el campo de la educación y la enseñanza en Venezuela.
APUNTE PERSONAL
Para mí, que tuve desde muchos años atrás la
gran duda de mi vida, aquella pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez
durante nuestra juventud: “qué voy a ser, qué voy a hacer cuando sea mayor?” la
cuestión era complicada. Me dedicaré a la música? El objetivo de poder dirigir
una orquesta me apasionaba, y mis sueños en ese sentido eran interminables.
Acumulaba más de 12 años de estudios en esa dirección. Pero, por otra parte, el
contacto diario con la infancia se me hacía imprescindible. Yo no vivía más que
esperando la hora de encontrarme diariamente con esa gran familia que se había
formado y que colmaba mis máximas aspiraciones. Había hecho acopio de una
experiencia considerable en el campo de la enseñanza, y por tanto, no
representaba ningun esfuerzo cursar magisterio para la obtención del título de
maestro. Podía convalidar algunas materias y me sentía capacitado para
dedicarme a la infancia. Mis maestros hasta aquel momento habían sido mis
progenitores, y de ellos había aprendido tanto o más de lo que pudiera aprender
bajo la tutela de otros.
El dramático final
de la escuela me produjo tan gran desazón como podía hacerlo cualquier
enfermedad. En aquellos días finales me encontré con que tenía que tomar una
decisión definitiva y crucial. Me pareció que la opción era evidente: me
dedicaría en cuerpo y alma a la música, no sin sentir una profunda tristeza por
la separación de aquel proyecto, agravada por la forma en que la tuve que
soportar, junto con Núria y Xavier.
No obstante, creo que en el fondo, siempre
abrigué la esperanza de que tarde o temprano volvería a mis orígenes
montessorianos, y que la aventura de la música sería eso, una aventura más o
menos larga y una nueva y enriquecedora experiencia. De hecho, en 1979, estuve
en Caracas una temporada, durante la cual traté de establecer los contactos
para intentar reinicar el Montessori. Tuve algunas reuniones con ex alumnos en
casa de Jordi, (los asistentes podrán recordarlo) pero la ocasión no pareció
propicia, se necesitaba una financiación importante y no pude o no supe
encontrar el respaldo suficiente para emprender nuevamente el camino de la más
bella actividad posible, la docencia.
Hoy, después de
tantos años transcurridos, con la inacabable nostalgia de un período
inmensamente feliz de mi vida, y después de un inolvidable encuentro con toda
la vieja guardia montessoriana, escribo estas cuartillas para dejar constancia
de una pequeña historia y de algunos hechos que, de no hacerlo, habrían caído
en el olvido, manteniendo un injusto desconocimiento de lo que fue nuestro
querido Instituto Montessori San Jorge.
Marçal realizas una excelente y completa reseña. Estudie en el colegio al final de su vida, en el principio de mi escolaridad; sin embargo, esta reseña me hizo valorar aún más el colegio. Me trajo alegres, nutritivos y hermosos recuerdos. Recordé unas fotos que tengo por ahí sobre las actividades del carnaval del colegio,donde están dos de mis hermanos y yo disfrazados de los Reyes Católicos, y otra donde está Corina. Mi mamá realmente se esmeraba con nuestros disfraces.
ResponderEliminarQue momentos y momento tan agradable.
Gracias Merçal por tu iniciativa. Éxitos!!!!
Querido Marçal: Gracias por tu narrativa de la historia de lo que ha sido para muchos de nosotros el crisol donde se formo la base de nuestra formacion tanto academica como humana.Alli muchos como yo, pasamos toda la primaria y parte de la secundaria, aprendimos a ser parte de una sociedad y a ser utiles a esa sociedad. Recuerdo a mi maestra, la Profesora Juanita Borovia, a la Profesora Gols, a Jordi, a Xavier, a mi profesor de cello el Profesor Eugenio Marullo, el coro, el Tamunangue, el Balls de bastons, mis companeros con quienes aun tengo amistad. Como olvidar todo lo que aprendi de ti!!Gracias por todo y espero volverte a ver, Fernando J. Galindez
ResponderEliminarHola Marcal y amigos todos, acabo de descubrir -por pura casualidad- esta página. Cursé en el "Montessori" desde 3er hasta 6o. grado cuando pasé a La Salle-La Colina (1952) para seguir el bachillerato. Venía de un colegio alemán (Srta. Luise Hermann), Toda la vida vecino en Los Palos Grandes. Conservo fantásticos recuerdos de los Gols. Aprendí muchísimo por las actividades extraacadémicas. Fuí y sigo siendo fatal en lo musical. "me sacaron del coro y los bailes" JA!. Guardo amistades de aquel tiempo hasta el presente. Me encantaría colaborar en recordar hechos, situaciones, listados de alumnos y su curso de vida. Lamentablemente no me queda fotografía alguna. Como me encantó esta recopilación de Marcal. Indispensable. En una revista de pedagogía que guardo aparece un artículo sobre el aporte de lo catalán a la educación en Venezuela.Coloqué este blog en mi página del Facebook. Veremos que pasa. Herbert Stegemann, Médico Psiquiatra, hstegema@cantv.net y hstegema@gmail.com 22.02.2014
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ResponderEliminarMuchas gracias por compartir la historia del Colegio Montessori, me encantó tu relato y me dejó muy nostálgica y triste.... yo tuve la suerte de cursar Kinder y 1er grado (1954-1955) en el Montessori (después mis padres me cambiaron al Colegio Humboldt), y casi no recuerdo nada de aquella época, pero conservo algunas fotos de la ceremonia de fin de curso en 1955 y una donde llevo el uniforme de las niñas (pantalón con peto color rosado). Si alguien tiene interés en las fotos con gusto las compartiré.
ResponderEliminarDorothea Eberstadt, Wasserburg am Inn, 12.04.2015
Muchas gracias por refrescar las memorias, estuve en el colegio desde kinder hasta el 5to grado y conseravo algunas memorias y amistades a estas alturas del cuento
ResponderEliminarSaludos desde Houston TX
Curse desde primer grado hasta sexto, inmensa alegria me produjo el haber encontrado esta historia del colegio que tanto ame y recuerdo con mucho cariño, que las lagrimas en mis ojos brotaron al poder ver y recordar mis amigos y paisajes del colegio despues de setenta años.
ResponderEliminarEstudié desde kinder hasta sexto grado (1945-1951) cuando pasé al Santiago de León de Caracas En esa época no había bachillerato en el Montessori. Recuedo con mucho cariño a mis profesores Jordi, Marcal y Lucila Márquez.
ResponderEliminarCarlos Irazabal
ResponderEliminarCelebro haber recibido esta página maravillosa de mi amigo Fernando Galíndez, con el escrito de Marcal. INtenté enviar una artículo escrito por mi hace más de 20 años sobre el Montessori, pero no lo acepta por demasiado largo. Me gastaría poderlo compartir
ResponderEliminarJosé Andrés Octavio